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El grito del corazón (4)

Claro que no quiero dar aquí la imagen equivocada, pues todos tenemos altos y bajos en el matrimonio.

 

Tenemos plantas y maleza. Había mucha maleza en nuestro matrimonio y yo no la había visto. Estaba demasiado asustado. En algunos sentidos Wendy estaba casada con un niño pequeño.

Sin embargo, no estoy loco al decir que creo que tuvimos diez años maravillosos de matrimonio.

Yo estaba atrapado en una sarta de mentiras que había creído desde niño acerca de lo que hace a una persona adorable y a otra detestable.

 

¿Recuerdan aquello de “los chicos adorables creciendo”? 

Yo sentía que tenía que ser uno de ellos. Era sólo una apariencia para cubrir el miedo profundo al rechazo.

 

Crecer viviendo una constante comparación y juicio. Y estos patrones de pensar y comportarme de esa manera crearon un perfeccionismo tóxico en mí qué se convirtió en un hábito en mi matrimonio.

La siguiente tormenta vino cuando, en una entrevista en televisión nacional, hice algunos comentarios que fueron remarcados por la estación de televisión y surgieron críticas de todos lados.


Obispos, cardenales, teólogos, salieron en mi defensa y al mismo tiempo cayó sobre mí la crítica del público.

La tendencia del perfeccionista es considerar que en las críticas todo es infundado. Sin embargo, entendí en ese momento que había cosas dentro de esas críticas que me estaban haciendo, que tenían fundamento.

Era un hombre en crisis. Estaba en una espiral descendente y me estaba llevando a mucha gente conmigo.

 

Duré seis meses en reflexión, y siguiendo las orientaciones de mi director espiritual hice un retiro personal ese año.


Uno de los sacerdotes del retiro me dijo: “Christopher,  la oración es un ejercicio del deseo.

 

Durante este retiro voy a ayudarte a que entres en

 

Magazín Digital

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